La revelación que realizó el Auditor Superior del Estado en entrevista con la revista Proceso es de escándalo. Muchos lo suponían, pero escucharlo de parte del encargado de auditar a los municipios en los Estados resulta revelador: Gabriel Biestro, exlíder del congreso, peón del gobernador y enemigo de la exalcaldesa poblana, le pidió al auditor “descarrilar” a la entonces alcaldesa. Todos contra Claudia. Las auditorías como instrumento político. Nada nuevo: todo sigue igual.
Al todavía auditor habría que reprocharle el momento y el resultado: calló durante meses esa supuesta presión por parte de Biestro, y sí presentó denuncias contra Rivera Vivanco. Si ahora lo revela es porque se siente acorralado y, aunque a regañadientes, terminó subiéndose a esa avalancha política, jurídica y mediática contra la alcaldesa (más allá de su eficacia).
No está de más apuntar que estamos presenciando un desencuentro entre el auditor y el gobernador. Ni más ni menos. Los demás son solo mensajeros. El gobernador sintió que el Auditor lo traicionó y ordenó su destitución. Las formas han sido lamentables: una denuncia contra el auditor por violencia familiar, un intento de separar a su hijo (diagnosticado con Asperger) de su familia y, por último, la orden de un juez para separarlo de su cargo, lo que pasará como un oficio cualquiera en el centro zalamero y de genuflexión en que se ha convertido (o siempre ha sido) el Congreso del Estado de Puebla.
No extraña la embestida contra el auditor. Los enemigos del gobernador son tratados así. No importa si han sido dos secretarios de gobernación, la exalcaldesa, Claudia Rivera, y otros funcionarios que han sido expulsado de ese “paraíso” que es el gobierno estatal liderado por Barbosa. La embestida está asegurada.
Eso no quiere decir que la cola del auditor no sea larga. La actitud prepotente de Romero Serrano, su favoritismo hacia ciertos despachos contables y el rumor de haber recibido “moches”, fueron la constante en su desempeño al frente de la auditoría superior del Estado.
Su declaración para la revista proceso es escandalosa: el líder del congreso pidiéndole que descarrile a una política que resultaba ser su contrincante más importante dentro de su partido. Nadie en el gobierno ha dicho nada al respecto y mucho menos el aludido Biestro (hoy Secretario de Trabajo, aunque él nunca ha trabajado). Lo cierto es que eso demuestra que se utilizaron las instituciones del Estado con fines políticos porque la candidata les resultaba incómoda (y no pudieron arrebatarle la candidatura).
Además, deja en claro (por si hacía falta) que las auditorías a los municipios y distintos organismos públicos del estado son un chiste. No sirven más que de garrote político. El gobernador Barbosa puso a Romero Serrano como su garrotero y ahora vendrá uno nuevo con la misma misión: obedecer las órdenes del gobernador, realizar auditorías que sirvan para “apretar” a los opositores y poco más.
En esta trama no está de más señalar que el Poder Judicial también atendió con diligencia y favoritismo las demandas de la fiscalía que acorralaban a Romero Serrano. Ojalá con la misma celeridad la fiscalía pudiera investigar las desapariciones y asesinatos de mujeres en la entidad, o pudiera dar una versión creíble y certera de lo que pasó desde que el cuerpo de un bebé fue introducido a la prisión más importante del Estado. La fiscalía y el poder judicial trabajan como reloj suizo cuando se trata de asuntos que a algunos interesa. En el resto de las situaciones, mejor no hablar.
A partir de ahora tendremos a un nuevo auditor. Y los aduladores del gobernador le volverán a encontrar todas las virtudes (carajo, ¡cómo no lo habíamos notado!), que en su momento le encontraron a Romero Serrano. Hoy, sobra decir, ya es un paria más. Alguien que ha sido expulsado del “paraíso”. Pobre: fue casi Dios.
Memorial 