No todos los males de la transición tienen origen o destino en el INE. Son los partidos políticos quienes han influido en los retrocesos que se presentan en la realidad política y electoral del país. Decir que el INE encierra todos los vicios del viejo régimen y los errores de la transición es simplemente reduccionista. Eso ha hecho desde hace algunos meses el Presidente de la República, aunque su argumento es falaz: por ejemplo, si el INE sufre de incapacidad para desplegar sus actividades fiscalizadoras se debe a que los partidos políticos así lo quisieron y a que, también, algunos personajes que han transitado por el instituto lo han debilitado. No todo es una cuestión institucional: no todo es culpa del instituto.

Asimismo, algunos consejeros asumen el papel de oposición y no de árbitro. El fuego alentado desde Palacio Nacional contra el INE se combate con gasolina. La madre de todas las batallas es el dinero del INE y la autonomía que los consejeros consideran que tiene el instituto para gastarlo como mejor lo consideran (sí, eso incluye algunos gastos ridículos que favorecen a una élite en el instituto). La respuesta desde la Suprema Corte parece no darle la razón al INE: si existe justificación, su presupuesto puede reducirse y debe trabajar con los elementos que tenga. Todo ello pudo discutirse con menos estridencia desde Palacio Nacional y desde el INE: en ningún caso cupo la prudencia.

Afirmar que el INE está en riesgo de desaparecer o de ser cooptado por el grupo político en el poder es también una exageración. Por ejemplo, ese mismo argumento se dio cuando se escogieron cuatro nuevos consejeros del INE y después de meses en el cargo no parece que todos sean lopezobradoristas. 

También se afirma que el INE es el pilar de la democracia, pero se confunde el innegable valor de organizar elecciones con el de lograr que estas sean equitativas. Basta leer algunos artículos que dan cuenta de lo desiguales (es decir, poco democráticas) que son las elecciones por la intervención del crimen organizado -con armas, muerte y dinero-, por la inversión que realizan grupos de intereses y empresariales en ciertas candidaturas y que el INE no hace nada para evitarlo (en gran parte porque no puede hacerlo).

Todo indica que nos estamos contando una historia con ciertas mentiras. Ni el INE es tan malo como lo pintan ni es el pilar democrático que algunos señalan. Es una institución que organiza elecciones, pero que las fiscaliza muy mal. Es decir, su función de árbitro la realiza a medias. Necesita reformarse, pero si nos envolvemos en la bandera de que el INE no se toca perderemos la oportunidad de configurar una institución con mejores instrumentos para desarrollar su función de árbitro. 

El INE no es tan malo porque organiza bien las elecciones, aunque pudiera costar menos, pero eso tiene que ver con las desconfianzas de una sociedad ante sus partidos, funcionarios e instituciones. El INE hace cosas valiosas para organizar elecciones, pero no todas las hace bien. Si no se notan esos claroscuros, o desaparece y damos paso a instituciones que pierdan el expertise que ahora tienen los funcionarios del INE con el riesgo de que el gobierno en turno controle totalmente las elecciones, o bien conservamos este INE que no sirve de mucho en un país con delincuencia electoral incomparable. No nos engañemos: ni el INE es el origen de todos los males ni es la joya de una democracia que seguimos eperando.  

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