El militarismo
El presidente cambió de opinión y ahora aprueba que los militares realicen funciones policiales. Y muchos de quienes criticaban esa posición ahora la defienden; y visceversa. Pero ellos, los integrantes de la clase política, se critican mutuamente y se descalifican por cuestiones políticas, pero solo los ciudadanos sufren las consecuencias: el crimen organizado manda en ciudades enteras aunque el ejército patrulle las calles. La receta impuesta por el calderonismo no da resultados y la clase política lo sabe, pero defiende o ataca la militarización porque piensa solo en términos electorales, no porque sea bueno o malo para los ciudadanos.
En el mismo sentido, crece el poder de los militares en el gobierno de López Obrador, lo que corrobora que este es un gobierno más conservador que progresista; más de derecha que de izquierda. Más allá de los calificativos, años de críticas al calderonismo se han dejado de lado y ahora el presidente cambió de opinión y piensa que los militares deben estar en las calles.
La receta es errónea porque no lleva a salida alguna en el mediano y largo plazo. Los militares llevan quince años en las calles y esto solo empeora. Pero el presidente y su partido, junto con el PRI, creen que se deben realizar funciones policiales durante más tiempo. ¿Alargar el desastre porque ahora nosotros gobernamos y somos diferentes? La sola pregunta carece de lógica porque los militares son los mismos y no deben intentar desarrollar funciones policiales porque no están capacitados para ellos. No importa quién gobierne; la función de la milicia no es el orden en las calles.
El PRI, el aliado
Dice mucho que el Partido Revolucionario Institucional sea el aliado del gobierno de López Obrador para aprobar la militarización de la Guardia Nacional y, con ello, la militarización de una función que deben desempeñar autoridades no militares. El PRI siempre ha creído que los militares deben formar parte esencial del gobierno y Morena piensa lo mismo: desde el primer día de su gobierno, AMLO no ha hecho sino encargarles más y más funciones, que sonrojarían a cualquier gobernante en un sistema democrático. Si necesitaba un aliado para reforzar las razones democráticas de sus propuestas, Morena pudo haber buscado los votos en otro lado, no en el desgastado y poco democrático partidazo. Si lo que el PRI buscaba era renovarse y mostrar una cara distinta (más democrática) frente a los ciudadanos, el tema de la militarización era el peor para alejarse de sus aliados (PAN y PRD) porque es el tema más sensible para el ciudadano y con la receta que ellos ya impulsaron y que no funcionó. Volvió a ser el PRI de siempre: el partido en el que no se puede confiar y que se puede vender por tres sestercios. Los judas de siempre.
Morena, el PRD
La vida interna de los partidos es el gran pendiente del sistema electoral mexicano. De una u otra forma, algún avance se puede identificar en otras áreas, pero no en la vida interna poco democrática de los partidos. La elección de consejeros nacionales de Morena fue un ejercicio que no pueden presumir los morenistas. Y los nuevos consejeros decidieron algo todavía más controversial: alargar la duración del encargo de los dirigentes nacionales de Morena. Una decisión que huele al PRD de toda la vida: incapaces de realizar una elección democrática de su dirigencia, la única salida que encuentran es alargar su periodo, lo cual es antidemocrático, anticonstitucional y falto de oficio político. Justo en el momento más controvertido, Morena se comporta más como el PRD (vida interna) y como el PRI (los militares mandan) que como un partido moderno y democrático.
Qué lástima: todo indica que estamos ante una nueva vuelta de tuerca: las encuestas (ese forma posmoderna de llamarle al dedazo) siguen decidiendo sucesores y candidaturas; la democracia no es palabra común en la vida interna de los partidos. Un régimen donde todo cambió para estar igual: de transformaciones, poco podemos hablar; muy poco.