llegada de Donald Trump ha puesto de cabeza al gobierno mexicano, porque no solamente necesita reformular sus políticas y las posiciones relativas a migración, economía, seguridad y demás materias que dependen en mayor o menos medida de lo que pase en los Estados Unidos de América, sinoque ha supuesto el punto de partida para que Claudia Sheinbaum comience a gobernar y a mostrarse como una lideresa independiente del yugo obradorista a que fue sometida estructuralmente.
En este periodo convulso, la oposición mexicana está perdida. No sabe si cerrar filas con la presidenta en todos los temas, no sabe si discrepar en algunos o en parte de ellos y, sobre todo, deja pasar desapercibidos los temas internos que le propinan reveses sin igual al gobierno de la primera presidenta de México y a los gobiernos locales. Parece como si la barbarie de inseguridad que afecta a todos los mexicanos no existiera para la oposición.
El problema mayor de la oposición es precisamente su estructura: los tres partidos de oposición que acumularon casi el cuarenta por ciento de las preferencias en las últimas elecciones, siguen siendo partidos políticos liderados por caudillos o elites rancias, y sin bases sólidas que respalden a esos liderazgos. Movimiento ciudadano no sabe qué hacer para pasar de ser un partido regional y comportarse como un partido nacional, para lo cual debe quitarse las cadenas que lo atan al caudillo del partido, de nombre Dante Delgado. El PRI sigue agazapado y creyendo que puede lograr triunfos electorales a partir de un liderazgo abollado, sin legitimación, y con el mayor desprestigio de todos los partidos políticos, incluido el partido oficial, encarnado en la figura de Alito Moreno. No ha tomado nota que en seis años le arrebataron el control de la mayoría de gubernaturas en el país. Por su parte, el PAN desperdició la oportunidad de renovar sus élites y enviar un mensaje de modernidad a la ciudadanía. En su lugar, prefirió apostar por un liderazgo joven y rancio a la vez, que parece más preocupado por los negocios que pueda realizar en el partido -llámese la venta de candidaturas, llámese el reparto de la financiación pública que recibe el partido político-que por apostar por crear un movimiento que desde la derecha se ofrezca como una solución viable para enfrentar al partido oficial. Todo ello tiene como presupuesto el último aspecto mencionado: la voluntad de enfrentar al partido oficial. De eso carece hoy Acción Nacional, más parecida al PAN de los Noventas que el pan de los Ochentas.
Ni siquiera la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos y las amenazas que ha puesto sobre la Mesa contra el gobierno mexicano, han despertado a la Oposición.Todo indica que en 51 meses los volverán a arrasar en las urnas, a pesar del desastre en los gobiernos locales de morenay a pesar de los aspectos económicos, que complican cada vez más el escenario político, económico y financiero para el gobierno de Sheinbaum.
La oposición está extraviada porque no piensa en el largo plazo, sino piensa en la ganancia inmediata, en el arrebato discursivo que pueda “ golpear “ a la presidenta, pero no en la construcción de pilares que luego se transformen en basessólidas para el establecimiento de plataformas atractivas para el electorado y eficaces para dar vuelta a los a las políticas de Morena, las cuales serán inviables en el corto plazo y que en el largo plazo no transformarán la vida económica y social del país.
Se hace necesario el nacimiento de nuevas fuerzas políticas, que todo indica surgirán de las ahora existentes y del propio partido oficial. Ni la oposición ni Morena piensan en el largo plazo. Ninguno impulsa políticas modernas. Morena se contenta con discursos y acciones sin altura de miras y que encantan a tres distraídos en la plaza pública, pero que no significan nada para el desarrollo del país. La oposición responde con el manto del conservadurismo y arrebatos mojigatos. La ciudadanía mira impávida el triste espectáculo de una clase política que cree que triunfa enviando diez mil soldados a la frontera o envolviéndose en la bandera que denota su siempre rancio patrioterismo.
(Texto publicado el 10 de febrero de 2025 en El Sol de Puebla)