Los americanos controlan el negocio de las drogas. Se trata de un cliché, pero no por eso deja de ser cierto. La “casual” captura de un capo como Caro Quintero después de la visita del presidente a Washington es un guiño mutuo. De la parte mexicana, un gesto de cooperación porque manifiesta que puede seguir trabajando con el gobierno estadounidense y, por otra parte, los norteamericanos mandan una señal clara (otra más): pueden seguir compartiendo información y trabajando con las instituciones mexicanas en uno de los tema cruciales en la relación bilateral (aunque no está de más decir que esa confianza solo se circunscribe a la Marina mexicana, lo que deja al ejército en el mismo lugar de corrupción que tiene desde hace tres décadas).
Quienes controlan son los yanquis y eso incluye los tiempos de las detenciones. Caerán quienes deban caer, en el momento en que ellos quieran que caigan. Las razones son meras suposiciones (o no), pero apuntan al control del negocio que ejercen los cárteles estadounidenses.
La detención de Caro Quintero sirve a los gobiernos de ambos países: se fue a la basura el argumento de que la visita de AMLO era inútil, y Washington se acerca al objetivo de tener en territorio estadounidense a Caro Quintero, además de la foto que muestra la importancia de la relación y que esta seguirá siendo provechosa. ¿Entregará el gobierno de AMLO al capo? Parece no tener margen de maniobra, sobre todo si se recuerda que en su momento el presidente reclamó al Poder Judicial la puesta en libertad del narcotraficante y la absolución de otro pez pesado conocido como el Güero Palma.
Con relación a los encuentros entre Biden, Kamala y AMLO, sobra decir que se necesitan mutuamente para muchos temas, sobre todo para aquellos de alto impacto en las sociedades de ambos países y para hablarle a su base electoral. El presidente norteamericano está pasando por horas bajas (bajísimas) y la figura de la vicepresidenta puede ser la salida de los demócratas para hacer frente al huracán llamado Donald Trump en 2024.
Precisamente, el encuentro de AMLO con Harris fue tan importante como el que tuvo con Biden. A la vicepresidenta le gusta la mano dura en el tema de lucha contra los cárteles de droga (y por eso no es una sorpresa mayúscula la detención de un capo como Caro Quintero). Harris ha ganado discurso en las últimas semanas: la vicepresidenta puede presentarse ante el electorado como la heroína que recuperará los derechos que se han negado a las americanas de acuerdo con las decisiones de la Suprema Corte de los Estados Unidos de América en la última semana de su periodo de sesiones.
Los temas no son menores: portación de armas, aborto y cambio climático. ¿Quién más que una mujer para enfrentar a Trump y ofrecer a las mujeres estadounidense luchar por tener derecho al aborto, algo que aprueban la abrumadora mayoría de mujeres en los Estados Unidos de América?
No resultará fácil para los demócratas vencer a Trump, y de AMLO quieren para Harris y los demócratas los mismos gestos elogiosos que tuvo con el expresidente en 2020 cuando visitó la Casa Blanca. Harris y los demócratas apretarán al gobierno de AMLO porque su apoyo es clave en algunos estados donde el impacto de las acciones y palabras del presidente mexicano es vital. En este entendido, las relaciones entre los países fluirán más allá de los regaños y los desplantes de uno y otro lado, y de las especulaciones sobre si se abrirá la caja de Pandora y Bartlett será exhibido a raíz de la captura de Caro Quintero. En realidad, sería más fácil esperar que nada pase, que los expedientes se dejen debajo del cajón de un escritorio polvoso en Washington, que nada ocurra contra todos aquellos de quienes se tiene la sospecha que estuvieron detrás de la tortura y muerte del Kiki Camarena (nuestro Big Bang del México moderno).
Bartlett es el sistema mexicano en sí. El día que sea exhibido es que todo habrá cambiado. El día que desaparezca es que nada será lo mismo. Mientras, que las especulaciones corran: a Bartlett, como desde hace 37 años, esas especulaciones lo tienen sin cuidado. Desde entonces ha sido Secretario de Gobernación, Secretario de Educación, Gobernador de Puebla, dos veces Senador y ahora director de CFE. Bartlett se ríe de las especulaciones; por algo será. Tal vez porque sabe que el cliché con que inició esta opinión es cierto; tal vez porque siempre ha estado de acuerdo con ellos.