Mirándose al ombligo.
Así respondió la máxima casa de estudios de la entidad cuando se dieron a conocer los resultados del ranking de Universidades más importante del mundo.
El rector Esparza tendría que medir sus palabras cuando afirma que la universidad poblana está a la altura de las mejores universidades del mundo.
Esparza miente.
La BUAP está colocada dentro del rango de las 800 mejores universidades del mundo. Visto de otra forma, no está dentro de las cien mejores universidades del orbe, lo cual sí implicaría un avance sustantivo.
El problema es de diagnóstico y de visión. Si el rector quiere engañarse, afirmando que la BUAP es de las mejores universidades de Latinoamérica, está en su derecho de vivir en un mundo irreal. Sin embargo, lo que se espera de un rector es un plan estratégico y global que le permita a la BUAP ser una universidad de élite.
¿Es una exigencia mayúscula e ilusa?
Sí, aunque es una exigencia necesaria. La Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) puede ser una gran universidad, pero aceptar que aún no logra serlo es un buen inicio para trabajar en ello.
Esparza tendría que estar menos preocupado por los millones de pesos que no recibirá en 2017, y debería averiguar porqué lo gastado en los últimos tres años (su gestión) ha sido insuficiente para mejorar la oferta educativa de la BUAP.
Esparza debería afrontar de mejor manera la crítica y tendría que analizar los yerros cometidos por su administración. Que piense que quienes criticamos su gestión al frente de la universidad somos sus detractores es lo de menos. Lo más preocupante es su actitud de celebrar los «logros » de la BUAP de acuerdo a un ranking que ofrece un panorama que precisamente plantea más retos que logros.
Alfonso Esparza y su séquito lo niegan.
Dicen ver un vaso medio lleno.
La realidad los desmiente porque muestra su mediocre desempeño.
Y, a decir verdad, ni la BUAP se merece esa medianía llena certificados de buenas finanzas -comprados en dólares y con muchos ceros-, ni el Estado se merece como respuesta a su inversión un vaivén superfluo de «logros» que no se respaldan con mejoras de gran calado en la universidad.