Devastador
El huracán Mathew ha dejado cientos de muertos a su paso por Haití. 

Ahora mismo, las autoridades de Florida están en alerta máxima porque el huracán tocará tierra siendo categoría cuatro, lo cual será desastroso en términos materiales, pero esperan que no lo sea en perdidas humanas. 

El contraste entre Estados Unidos y Haití se hace evidente ante el paso de un huracán. 

Dos episodios de la naturaleza y un acto político, en los últimos cinco años, lo tienen en una situación crítica. Humanitariamente crítica.

Un terremoto y un huracán, por una parte, y una política discriminatoria de República Dominicana hacen que estemos en presencia de una tragedia humana, en donde los haitianos observan cómo América Latina se enfrasca en sus problema cotidianos -algunos mayores y otros superfluos- cuando en sus narices el vecino grita que su bote se hunde y pide auxilio sin que alguien -de manera sistemática- le tienda la mano.

De una u otra forma -guardando las distancias- lo de Haití recuerda a los Balcanes en los años noventa. Porque la tragedia humana no nos puede «ser ajena», por más que los países latinoamericanos miren hacia otra parte u observen una tragedia con desdén, cuando el vecino agoniza a la vuelta de la esquina.

A Haití no solo le afecta un huracán devastador, sino tener con vecinos horrorizados, pero incapaces de actuar. No importa el tamaño de la tragedia y no importa el lugar: América Latina es un cuerpo pasivo, sin convicción.

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