Cambio de rumbo. La izquierda en América Latina
La izquierda (una más radical, otra más cosmopolita, otra más socialdemócrata) gobernaba buena parte del sur del continente. 

Es claro que el panorama ha cambiado. 

Por fortuna, ha cambiado donde debía cambiar y todo hace presagiar que puede haber cambios profundos en el foco rojo que todos miran con temor: Venezuela.

Brasil era el gran pivote, Uruguay era el orgullo del continente y Venezuela aportaba el dinero que hacía depender de su presupuesto, según algunos analistas, no sólo a Cuba, sino también a Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Una vez que Chávez falleció y que la economía venezolana no da ni para sostenerse por sí sola, ni Bolivia ni Ecuador han sido un desastre económico, y Nicaragua se cuece aparte. Las tesis, pues, habrá que replantearlas (recuérdese a Cuba y la caída de la URSS)

No todos han cambiado ni todo ha sido un giro a la derecha.

Chile está en una etapa de reconstrucción. Sin embargo, su discusión es harto rica: están enfrascados en el debate sobre lo social y lo educativo. Es la manera de financiarlo lo que los separa y es ahí precisamente donde nuevos rostros con nuevas ideas son necesarios. Nada mejor que la discusión entre Pizarro y Ricardo Lagos para entender que la izquierda chilena necesita un cambio que permita la inclusión de nuevos actores para que la disyuntiva no sea Lagos o Bachelet, sino izquierda y derecha. El país de la concertación tiene que dar un paso a una bifurcación real entre medidas de izquierda o de derecha. Las medias tintas, que sirvieron para sobreponerse a la etapa de Augusto José Ramón, parecen ahogarlo.

Brasil era un nido de corrupción y el final de la historia es aún incierto. Nada está escrito y los cambios (aunque criticables) se han hecho por las vías constitucionales.

Argentina está sufriendo un cambio profundo, pero que parece no tener claras las cosas, salvo eliminar todo vestigio de Kirchnerismo. Y, como siempre, no todo era malo ni toda política de cambio es buena. 

En Uruguay pasa algo similar a lo que pasa en México: la deuda en relación a su PIB roza el 27%, pero las consecuencias no se notan como en nuestro país. Tabaré Vázquez está más preocupado por sacarle provecho a su relación con China y diplomáticamente tiene un aliado extraordinario: los Estados Unidos de América. Su problema, pues, es de políticas internas porque algunos se empecinan en ondear la bandera del nacionalismo, cuando es claro que un gran activo del país es su imagen en el exterior. Uruguay es el gobierno de izquierda al que muchos izquierdistas admiran y que la derecha anhela como contraparte.

De Bolivia y Ecuador se puede decir que el valor de las instituciones creadas en los últimos diez años está a prueba en la era poschavista. Sin embargo, es preocupante el tamiz autoritario que Correa utiliza en dos ámbitos especialmente importantes para la izquierda: los medios de comunicación y la universidad. Querer imponer en ambas áreas las políticas propias resulta poco de izquierda y mucho de autoritarismo. En Ecuador se está dando un fenómeno nada saludable: el afianzamiento de nuevas élites con la ayuda de las viejas.

El poschavismo abrió una nueva etapa en la que lo más importante es impedir golpes de Estado que pretendan quitar a líderes con los que no se coincide. En este sentido, la actitud de la administración Obama es clara en relación a Venezuela: el Secretario de Estado se ha reunido con Maduro y me imagino que le ha pedido apertura a cambio de ayuda. El muro del autoritarismo cae solo. Derribarlo con tanques no es para nada saludable. Chile es el mejor ejemplo. 

Nadie quiere caminar por las calles de Caracas ensangrentadas

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