Después de escuchar el mensaje de inicio de año del Presidente Peña Nieto queda claro que el gobierno enfrenta un problema social y político, otro económico y un último problema de agenda.

El primero tiene que ver con la falta de solución al desastroso 2014 en términos sociales y de seguridad pública. Sin resolver la crisis de Ayotzinapa y sin un mensaje claro contra la corrupción, poco de lo que se haga en 2015 tendrá sentido en términos políticos y sociales. El gobierno apela al olvido antes que a la solución y esa visión acrecienta su crisis política.

En segundo lugar, la crisis económica golpea de manera diaria a la ciudadanía y las respuestas son deficientes. Según la CEPAL, durante el sexenio de Felipe Calderón el país creció a un promedio anual de 1.96% en términos económicos, mientras que América Latina creció a un promedio de 3.61%. El PRI acusó al PAN del pírrico crecimiento económico calderonista y razón no le faltaba. Pero la realidad los ha alcanzado: en 2013, ya con Peña Nieto en la Presidencia, el país creció 1.3% y en 2014 la cifra no rebasará el 2%. El equipo del Presidente ya empieza a hablar sobre un crecimiento del 5% en los dos últimos años de su sexenio (2017 y 2018), lo que significa que la ciudadanía debe olvidarse de un crecimiento decente durante 2015 y 2016. La eficiencia priísta como gobierno no existe y los datos arrojan que el crecimiento económico con Peña Nieto será peor que con Calderón. Si el desempeño económico era pésimo, ahora es desastroso.

El último gran problema tiene que ver con la distancia entre el gobierno y la sociedad. El encono social, los problemas de seguridad pública y los temas económicos no son vistos de igual manera desde el gobierno, que insiste en la bondad de sus reformas, lo que implica una visión rácana de la situación del país. Durante dos años el gobierno se empeñó en no hablar de la seguridad pública y la bomba de tiempo estalló con Ayotzinapa. Se empeñó en alabar las reformas fiscal y energética, pero su impacto económico es nulo. Peña y su gobierno insisten en la calidad de sus reformas, pero su discurso parece suspendido en un pasado que no concuerda con el presente de corrupción, sangre, indignación y pobreza del país.

Lo que al Presidente y a su equipo les urge es comenzar por resolver este último problema porque su agenda no es la que la ciudadanía espera. Cuanto más tarden en empatar el discurso político con las necesidades ciudadanas, más difícil será andar el camino no transitado. Mientras eso ocurre, el año mexicano será nulo. Un México sin 2015. Un país en coma. ¿Por qué un gobierno pragmático insiste en sus logros cuando la ciudadanía requiere que le transmitan un mensaje distinto? ¿Se acabó el pragmatismo de Peña o la cuestión tiene que ver con la visita a la Casa Blanca de esta semana? ¿Espera Peña la ayuda de los Estados Unidos para abordar de manera distinta el desastre económico y de seguridad pública? Es una historia con sabor a pesadilla que se repite. Hace 20 años (1995) la situación era tan apremiante como ahora y mucha sangre ha corrido al sur del Río Bravo. Una cosa es obvia: ya con el PRI, ya con el PAN, seguimos siendo un intento de democracia. La visita de Peña Nieto a Obama lo confirmará.

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