Era una piedra en el zapato. 

Tres veces desafió.

Por coraje, por capricho y por placer. (Paquita dixit)

La primera vez lo indultaron.

La segunda lo eximieron.

En la última no lo perdonaron.

Tres veces Cordero desafió los acuerdos.

En una de ellas, la más sonada, puso en ridículo a Gamboa.

El niño haciendo travesuras.

Pero una cosa es jugar a la política y otra cosa es comprometer “la” política.

Esa que se traduce en dinero y petróleo.

Esas reformas que están por venir; en ellas está la clave.

La fiscal y la energética;

Las madres de todas las cosas;

Las joyas de la corona.

El Waterloo o la Normandía.

 

Y Cordero podía estorbar.

 

Juega con las cartas que su jefe le indica (todos sabemos quién es él)

Y juega rudo: reta, amenaza, mueve, disputa.

Pero el poder es uno cuando el guía está en la silla y otro cuando ya no está.

La silla no es eterna y la venganza es comida fría.

Cordero pasó por alto que el patrón cambiaría.

Que el Pacto lo es todo.

El maquillaje del cambio.

La esencia del gobierno.

La letra de cambio.

Y que en el fondo, muy en el fondo, el Pacto es el pretexto.

Las afrentas se pagan caro.

Su jefe mató a hierro;

Y Madero a hierro le ha matado.

 

Cordero no es un mártir.

Es la piedra en el zapato, la pieza incómoda.

Dócil en ocasiones, pero peligroso por sus decisiones

No; Cordero no es un mártir.

No parece;

No lo es;

No ha acabado como tal.

Sólo ha cosechado las delicias de un sexenio.

 

Lo que aún no sabe es si es del sexenio pasado

O del sexenio donde es piedra en el zapato

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