Si el río suena es que agua lleva. Los rumores no son sino cuestiones no corroboradas que pueden crecer o estancarse como comentarios sin trascendencia. Cuando el rumor se ve acompañado de una condonación de impuestos de casi 3 mil millones de pesos, no deja de ser un rumor, pero la desconfianza incrementa.
El gobierno de Enrique Peña Nieto ha “perdonado” a Televisa, la principal televisora del país y la empresa de medios más grande en habla hispana, el pago de dinero que ofende por su cantidad, pero mucho más por tratarse de la empresa que lo menos que necesita es una condonación de impuestos.
Televisa fue la principal beneficiaria de medios durante el régimen priísta. Su posición, pocas veces crítica (por decir lo menos) fue recompensada con un monopolio que no se rompió sino en el transcurso de los 90´s. A partir de ahí, podemos hablar de una política agresiva de la empresa para buscar ventaja en el descontrol gubernamental en materia de telecomunicaciones y aprovecharse de cualquier resquicio que le permitiera agrandar su espacio (de por sí dominante) en materia de medios. Y lo ha logrado. La condonación de impuestos dada a conocer hace unos días, no hace sino corroborarlo.
El problema no es sólo la condonación de dinero (que se hace más escandaloso por lo abultado de la cifra) sino que se trata de la empresa que, como líder medios, influye en la opinión pública y en muchas ocasiones su línea editorial fija posturas como tal, como opinión pública. Si ésta es un baluarte democrático, por su papel como contrapeso del Estado, como escaparate del ciudadano para manifestar su halago o su crítica a las políticas públicas de la autoridad, debemos decir que la relación estrecha y condescendiente en términos económicos de Televisa y el gobierno no sólo afecta en un aspecto económico, sino democrático. En otras palabras, la legitimación para la crítica aminora y la ausencia de crítica se vuelve cada vez más sospechosa.
Peña Nieto llegó a Los Pinos, con la sombra de Televisa a sus espaldas. La coalición que tildó de inconstitucional la elección del hoy Presidente argumentó su relación con la televisora que le promocionaba un día sí y otro también. Tanto si se reunía con algún embajador como si asistía a una reunión de vecinos, ambas noticias eran abordadas con igual cobertura, aunque su impacto social y su importancia periodística fuera diferente. Y ni una crítica a su gestión se escuchó ni se ha escuchado.
Esos argumentos, rechazados por un Tribunal Electoral que no encontró pruebas (lo que no quiere decir que el país entero no lo haya visto) se fortalecen con una condonación de impuestos por una cantidad equiparable a muchos programas del gobierno federal. Las preguntas son muchas, pero las respuestas sólo podrán encubrirse con el manto de leyes fiscales, tan a modo para quien pretende el favor como para quien lo otorga. Televisa se aprovecha de la debilidad y el afán protagónico de un Estado que es un león sin garras, pero también sin hambre. La razón de la condonación de impuestos no debe buscarse en las leyes, sino en acuerdos en la penumbra. Las suspicacias llevarán a tildar de condicionante esta condonación para que la “telebancada” apoye las reformas del Presidente Peña Nieto, porque económicamente no se entiende que el gobierno deje de cobrar impuestos a un consorcio con tanto poderío.
Ya sabemos que la norma permite ese tipo de concesiones del Estado mexicano (faltaba más), lo que no sabemos es la razón por la que se debe dejar de lado el beneficio social (económicamente justificado en el gasto social de esos impuestos). Además, queda la duda de por qué el gobierno de Peña realiza ahora la condonación y por qué no la realizó el anterior gobierno. De igual forma, condonar una cantidad de esas magnitudes es un mensaje equivocado para las pequeñas empresas mexicanas que buscan sobrevivir y que más que incentivo en el pago de impuestos, encuentran obstáculos a su crecimiento. ¿Cómo justificar ahorcar a los enanos que poco aportan, cuando el gigante no lo hace?
¿Por qué beneficiar a Televisa, cuando el cumplimiento de la norma (tan permisible como la condonación de impuestos misma) pudo haber beneficiado a millones?
En ello sólo mascullarán excusas, porque justificaciones no encontrarán.
El tema me trajo el recuerdo de Gerard Depardieu. Hace algunos meses, el famoso actor francés se exilió iracundo porque no quería ser tocado por el pétalo de los impuestos en la Francia de Hollande. Halló en Rusia su escaparate que le permite gozar sin contribuir. Algo es cierto, si Depardieu fuera mexicano, no se hubiera ido del país. En este México las cosas son distintas. Depardieu gozaría del beneficio fiscal. Habría encontrado en suelo propio la Rusia que hoy tanto alaba.
No se puede afirmar que Peña haya devuelto favores a Televisa; tal vez nunca se podrá corroborar (según el criterio de algunos); pero cuando el río suena con tanto dinero a cuestas, algún líquido debe llevar.