El 3 de mayo de 2021 se derrumbó parte de la línea 12 del metro de la Ciudad de México. Con ese episodio comenzó el declive de Claudia Sheinbaum como probable candidata de Morena a la presidencia de la república en 2024. En días pasados, Sheinbaum decidió no dar a conocer el tercer informe, (elaborado por la empresa noruega DNV) que describiría y concluiría las causas del derrumbe de la estructura del metro. Por el contrario, anunció que los demandaría por haber incumplido con la metodología del dictamen y por un supuesto conflicto de intereses.
Según se supo después, el informe precisaba que el derrumbe se debía al pésimo diseño de la línea y a la falta de mantenimiento adecuado. Esto enfureció a Sheinbaum, pero precisamente su furia y su decisión de demandar a la empresa noruega avivaron el debate en el que se señala a su administración como responsable (en parte) de lo sucedido hace un año en la línea 12 del metro. ¿Alguien lo duda? Una obra puede estar mal diseñada, pero quienes dejan que opere son igual de responsables que quienes la hicieron. Existen métodos para saber si un edificio se va a caer, pero Sheinbaum insiste que falló quien hizo la obra, no quien debía revisarla y asegurar el correcto funcionamiento del metro.
La Jefa de Gobierno es incapaz de asumir costos políticos. Es incapaz de despedir a funcionarios ineficientes y prefiere (como dicta el canon actual) mirar a los enemigos de su gobierno como conspiradores que quieren descarrilarla de la candidatura presidencial. Fue y es incapaz de asumir que un mantenimiento deficiente provocó (al menos en parte) la caída de la estructura del metro.
Sheinbaum demuestra capacidad para obedecer y poco más. Es la escudera de López Obrador y piensa que esto le bastará para ganar la candidatura de Morena y la presidencia de la república. Sin embargo, su incapacidad para generar las sinergias de López Obrador (esa conexión con el electorado al que AMLO dirige sus discursos y propuestas) y su incapacidad para tomar decisiones (a la directora del metro la debió cesar mucho antes de la caída de la línea 12) la hacen ver como una mala opción para continuar la obra del presidente.
La popularidad de López Obrador es alta, pero eso no significa que esa popularidad se transforme en preferencias electorales a favor de Sheinmbaum. Por el contrario, las críticas al presidente sí son puntos negativos para la jefa de gobierno porque se le ve como la peona callada, sumisa y tibia del político tabasqueño. No es suficiente la fuerza del presidente, porque es claro que la Jefa de Gobierno no aglomera a las fuerzas del partido y en el horizonte se asoma una escisión que ya sea vía Ebrard o vía Monreal cimbrará a un partido que será acusado de haber traicionado a las ideas del movimiento que lo creó. En gran medida, algo de lo que pasó con el PRI en 1987 cuando Cuauhtémoc Cárdenas le provocó la herida por la que sangraría durante doce años y medio y que desembocó en una alternancia y la perdida del poder para el «partidazo». No todos caben en la barca de Sheinbaum. No quienes ven que sus intereses son oscuros y excluyentes. Sus nexos empresariales y con grupos de poder mediático no gustan a sus adversarios y no se someterán a ellos. Además, Monreal y Ebrard no solo preparan su candidatura, sino que saben que buena parte de la exitosa operación electoral del partido del presidente no depende de Sheinbaum ni de López Obrador (los gobernadores son la clave y ahí se libra la batalla que hasta hora no tiene a un/a claro/a ganador/a. Estarán dispuestos a saltar del barco antes de que choque contra el iceberg. Así sea a costa de López Obrador.
El presidente puede perder el partido por tratar de encauzar la candidatura de su escudera No solo dentro de Morena, sino sobre todo fuera de ella, a Sheinbaum se le ve como una copia mala de López Obrador y al presidente no le importa o no parece importarle, aunque no se debe descartar que haya puesto a correr a Sheinbaum en la pelea por la candidatura como sparring, pero, al ver sus números raquíticos (los que recuerdan al siempre sonriente y nunca querido Santiago Creel), cambie de parecer y se incline por Ebrard, Monreal, Adán Augusto o Zoé. López Obrador es un pragmático que sabe cumplir acuerdos… e incumplirlos.
Sheinbaum comienza a perder la confianza del presidente, por más que en su círculo piensen que nada se ha roto en esa relación. La reunión de López Obrador con los diputados de Morena es ejemplo de ello: sirvió como destape informal de Adán Augusto dentro de Morena. El presidente querrá influir al máximo en la carrera presidencial y la Jefa de Gobierno se ha vuelto moneda de cambio. Ahora mismo tiene el respaldo del presidente: dentro de poco puede dejar de tenerlo. Los malquerientes de Claudia son muchos, y las decisiones de Claudia lastran su imagen. Nada bueno para quien necesita de la unidad de su partido y necesita recuperar parte de los votos que ha perdido el presidente (por el entendible ejercicio del poder). La Jefa de Gobierno pasa momentos bajos y bien vale recordar que nadie ha pasado del palacio del ayuntamiento de la Ciudad de México a Palacio Nacional en el México reciente. No se ve cómo pueda lograrlo Claudia Sheinbaum. No con decisiones tan absurdas como las que ha tomado en el control de daños por el derrumbe del metro, dignas de una política torpe; muy torpe.