candidato de Morena será Miguel Barbosa. La misma fuente revela que los parangones no son siempre ciertos en política, pero que en este caso estamos en un escenario en el que López Obrador suele jugar de manera conservadora y que el caso de Veracruz con Cuitláhuac García sirve de referencia. En año y medio, López Obrador dejó que la ola de la cuarta transformación le diera el triunfo en tierras jarochas, con el mismo personaje liderando el barco de Morena. Año y medio antes había sido vencido por Miguel Ángel Yunes con prácticas dudosamente democráticas. AMLO confió en García para volver a guiar a los morenos veracruzanos en una elección en la que el triunfo era probable después de haber quedado a solo un paso de la gubernatura. Muchos afirman que ese es el mismo caso de Puebla. Quien hace ocho meses casi triunfa, tiene todo para ganar en este nuevo contexto.

El mismo López Obrador impulsó a Barbosa una y otra vez para ganar el Estado y fue quien desairó a Martha Erika Alonso a pesar de haberse decidido la primera instancia el proceso judicial que siguió a la elección de 2018. También fue el mismo López Obrador quien no dejó de venir al Estado, pero bajo ninguna circunstancia se reunió con Alonso o con Moreno Valle. Es el mismo López Obrador que envió a Sánchez Cordero a recibir gritos y descalificaciones, pero que a su vez tejía con Gali el desmantelamiento del morenovallismo a través de César Yáñez. Ese mismo personaje que públicamente apoyó en muchas ocasiones a Barbosa, es quien decidirá al candidato a gobernador. ¿Por qué habría que cambiar en 8 meses?

No se trata de Barbosa, sino lo que Barbosa representa. ¿Quiénes son los grupos de poder detrás del exsenador Barbosa? En esa respuesta está la clave del anuncio que se dará en los próximos días. Y detrás de Barbosa hay grupos de interés fortísimos, como la Iglesia Católica y empresarios que confían en los acuerdos a los que llegaron con el exlíder del Senado. La única forma en que López Obrador no nombre a Barbosa como candidato sería que los grupos que están detrás de Barbosa acepten un intercambio (que Armenta cumpla). Que el dinero fluya, pero en distinto lugar y con distinta careta, y que el grupo conservador al que representa Barbosa admita que el momento no es el mejor y acepte otros proyectos y otras aventuras al lado de López Obrador.

El escenario es distinto al de inicios del año anterior, lo que podría hacer pensar que la moneda está en el aire. Barbosa se sabe que ahora más que nunca vale el apoyo de López Obrador porque la gubernatura está en la bolsa, pero el tabasqueño cuida que el rancho no se le incendie, porque el objetivo de llegar a Los Pinos se consumó hace ocho meses. Sentado lo anterior, López Obrador dará la señal si el juego es nuevo o los alfiles y amigos siguen siendo los favoritos. En otras palabras, si ha pasado el momento de pagar facturas y ha llegado el momento de construir y consolidar “su” proyecto. La irrupción de Armenta como precandidato de Morena no desequilibra el tablero de Andrés Manuel, sino que da la sensación que el mismo Presidente la provocó: que Barbosa sienta que hay contrapesos.

El mayor riesgo para López Obrador con la llegada de Barbosa sigue siendo el de siempre: que el exsenador se convierta en una piedra en el zapato. Ese riesgo lo corrió en la elección anterior, y la jugada estuvo a punto de salirle perfecta: que Barbosa llegara a la gubernatura gracias a la marca AMLO. Ahora, decantarse por Armenta sería una señal de que el juego es nuevo y hay que fortalecer al equipo más allá de los deberes prestados por los antiguos alfiles. Barbosa no quedaría contento, pero se sumaría. Armenta sabe que es su momento, pero López Obrador también sabe que empoderarlo lo hace susceptible de estar al servicio del viejo marinismo.

La solución no es fácil para el tabasqueño: ¿cómo ungir a Barbosa y lograr que comparta el juego? ¿Cómo apoyar a Armenta y hacer que sea Morena, y no el marinismo, quien resulte beneficiado? Detrás de la decisión de López Obrador está, por vez primera, la conformación de la Cámara de Diputados para la legislatura 2021-2024 y la sucesión presidencial dentro de cinco años. AMLO sabe que los gobernadores son una parte importante de su apoyo, pero también sabe que ni Armenta ni Barbosa significan fidelidad absoluta de cara a 2024. Monreal mira de reojo que su alfil (Armenta) sea el ungido. Y tal vez ese sea un factor más decisivo que cualquier otro en la mente de López Obrador. No empezar a entregar las llaves antes de irse. Demasiado poder tiene Monreal (en el Senado) como para darle una gubernatura. Armenta tiene esperanza y tiene amigos que le abrirían las puertas de Casa Puebla.

Pero tiene amistades inconfesables. La de los Moreno Valle puede que se cuente entre ellas, si se atiende a algunos trascendidos que refieren una cercanía inconfesable entre Armenta y la finada pareja. Pero eso no importa: Barbosa le levantó la mano más de una vez al villano favorito de la aldea en los últimos 8 años.

El pasado no importa.

Es 2021 y 2024 lo que está a la vista.

Demasiado mar por navegar, pero los puertos siempre son un objetivo. Y el puerto de López Obrador más importante es 2024. Una catástrofe echaría todo a perder. La imagen se iría al caño. No puede transformarse un país en un sexenio. Por eso necesita aliados y subordinados en 2024. El gobernador de una de las cinco entidades más importantes del país es indiscutiblemente importante. La elección no pasa por la simpatía de Armenta o la salud de Barbosa. Es la Zazueta sucesión de 2024 la que está en juego. Es el legado. Es la Historia. Por eso, la moneda puede que esté aún en el aire

 

* Publicado el 5 de marzo en El Sol de Puebla

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