Que Carlos Slim haya entrado en la escena electoral debe tomarse como una buena noticia y no como una catástrofe, un triunfo o una derrota para candidato alguno. Es preferible que «el ingeniero» señale sus preferencias a que éstas sean materia de especulación en sobremesas.

Lo único lamentable es que Slim no precise con énfasis que no está de acuerdo con López Obrador y que cree que las políticas del tabasqueño son inadecuadas. Nada de malo hay en ello. Es más, ningún presidente en la fallida transición, ni siquiera el hoy vilipendiado y esquizofrénico Vicente Fox, contó el voto de la mayoría de electores para gobernar el país, y todo indica que el próximo presidente tampoco tendrá el apoyo mayoritario. Ese no es un problema del sistema, sino una característica.

Ahora bien, que Slim no simpatice con las políticas propuestas por AMLO no quiere decir que lo que Slim diga es cierto y deba asumirse sin crítica. Que a Slim le parezca adecuada la construcción del aeropuerto y que AMLO quiera revisar los contratos o cancelar su construcción no es algo demasiado importante, salvo por la importancia que Slim le está dando. La decisión de atacar a AMLO comparando la inversión del aeropuerto con el Canal de Panamá puede tener adeptos y críticos, pero Slim está siendo omiso en explicar algo: ¿Por qué entrar en escena ahora y por qué mostrar su desacuerdo con esta medida?

La historia muestra únicamente una conferencia de prensa parecida a la que este lunes dio el magnate mexicano. Era el martes 31 de enero de 2012 y Slim refutaba agriamente el informe de la OCDE que, en pocas palabras, criticaba el dominio del empresario mexicano en el sector telecomunicaciones, dado que producía mercados ineficientes. La OCDE señalaba a las empresas de Slim como un obstáculo para el crecimiento económico y «el ingeniero» rebatía con furia -aunque con pocos argumentos- el informe de la organización.

Seis años después, ha reaparecido en una conferencia de prensa poco usual en él para defender un proyecto.

En este caso, el diablo no está en los detalles, sino en las telecomunicaciones.

Dos pueden ser las razones que justifiquen la entrada de Slim en la contaminada arena electoral:

O bien «el ingeniero» se ha vuelto guerrero del gobierno de Peña Nieto o bien está erigiéndose en interlocutor de Andrés Manuel.

Lo primero tiene lógica si el gobierno de Peña Nieto amplia las concesiones en telecomunicaciones para Slim y el pago sea la defensa a ultranza del aeropuerto y la confrontación con AMLO a fin de hacer crecer a Meade y sembrar el sentimiento de que López Obrador va a poner en jaque a la economía mexicana. Esta posibilidad tiene un punto débil: refuerza el discurso de AMLO de que hay una mafia del poder que no quiere la llegada de Andrés Manuel a Los Pinos.

La segunda opción es que Slim esté convirtiéndose -por iniciativa propia- en el interlocutor de AMLO ante la falta de liderazgo de los demás candidatos. Slim estaría jugando el papel de interlocutor para -obviamente- llegar a un acuerdo que beneficie a ambas partes una vez que López Obrador sea Presidente. Que Slim entre en escena en esta hipótesis tendría sentido si el grupo de AMLO no lo está considerando del todo. Si «el ingeniero» siente que el grupo de AMLO no le presta mucha atención, éste habría sido un manotazo sobre la mesa.

En cualquiera de las dos opciones, Slim no perderá. O ampliará las concesiones que tiene en Telecomunicaciones o mantendrá los contratos que tiene para construir el aeropuerto o negociará con AMLO sobre las dos cosas.

El hombre más rico del mundo sólo sale a escena cuando sus intereses -sus grandes intereses- están en riesgo o huele que su aparición le acarrea dividendos donde verdaderamente le importan. Y Carlos Slim no puede engañar: el aeropuerto es importante, pero no tan importante como sus negocios en telecomunicaciones. O «el ingeniero» huele la sangre del PRI y está convirtiéndose en el nuevo gran interlocutor de AMLO o ha negociado con gobierno en turno y su recompensa la veremos en lo que resta del sexenio.

En cualquier escenario, Slim no perderá. El aeropuerto es una cereza y está dispuesta a negociarla, porque a él sólo le interesa el pastel que tiene nombre y del cual es el actor más importante: el sector telecomunicaciones.

 

 

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