Ayotzinapa no es un crimen de Estado, pero es un crimen desde el Estado. El delito no tenía como objetivo eliminar enemigos del Estado o desestabilizar un régimen. Tampoco el Estado lo maquinó. Eso no quiere decir que el Estado mexicano no tenga responsabilidad. Las instituciones del Estado han sido participes, no sólo por descuido o incompetencia de funcionarios, sino porque buena parte del Estado se ha confundido con el crimen organizado. Las instituciones del Estado mexicano han participado como actores no sólo condescendientes, sino complacientes con el crimen organizado. Lo han dejado operar y también han operado con él.
Tres nombres ilustran lo que se pretende expresar: Mario Villanueva, Tomás Yarrington y Jesús Gutiérrez Rebollo. ¿Representaban en buena medida al Estado mexicano? No se requiere una respuesta simplona. De un diagnóstico correcto depende nuestra visión para superar la tragedia en términos democráticos. La solución sin reflexión lleva a proponer o alentar el Pacto al que ha llamado el Presidente Peña Nieto. Un nuevo pacto de seguridad, intrascendente como los demás.
El Estado es responsable parcial de la desaparición y probable muerte de los 43 estudiantes. No se puede pasar por alto que las instituciones que lo representan han sido partícipes en este delito de manera indirecta, pero determinante. Guerreros Unidos –el grupo criminal al que se atribuye el delito– y los Abarca -los presuntos autores intelectuales– son los artífices, pero hay tal nivel de corrupción y de infiltración del crimen organizado en las instituciones del Estado, que el Estado actúa al servicio de ellos.
Héctor Aguilar Camín ha dicho que los responsables son los delincuentes y también contra ellos debe dirigirse la población. Tiene razón el escritor, pero sólo parcialmente. Los delincuentes son quienes secuestran, extorsionan, trafican, matan, desaparecen y ejecutan. Pero, ¿cómo llamar a quienes dejan operar a partir de canonjías? ¿Cómo llamar a los gobernadores, regidores, diputados, senadores, secretarios de Estado que han permitido/alentado la simbiosis Estado-crimen organizado –sobre todo en el ámbito local?
Podemos cerrar los ojos, imaginar Ciudad Gótica y creer que el Gobierno es el Batman que lucha contra los criminales. Nuestra visión puede tener matices si pensamos que el crimen organizado utiliza el batimóvil o la baticueva para operar. Los delincuentes son los primeros responsables, y el Estado ha facilitado su actuar delictivo a partir de su debilidad, y su complacencia.
El Estado no accionó el arma, no enterró el puñal y no calcinó los cuerpos. Es cierto. Pero, en la analogía del famoso cómic, permitió que el crimen organizado usara el batimóvil y la baticueva. Abarca fue presidente municipal y operaba como alcalde mafioso porque el el sistema electoral y las instituciones del Estado así lo permitieron. Tiene razón Aguilar Camín: los delincuentes son los hijos de puta. Pero el Estado cuenta con más de un ejemplar entre sus filas. Y falta por saber si el Estado mismo lo es: la línea que lo separa es delgada, tenue, casi imperceptible.