En su mítica película, Los Olvidados, Luis Buñuel retrata un paisaje de contrastes y de rezagos profundos. También mostraba que este país está herido de racismo, clasismo y discriminación. Las olvidadas de hoy son muchas más que los olvidados del director español. Las olvidadas de hoy son más de la mitad de la población que aún espera que la clase política se digne mirarlas e impulsar acciones y políticas públicas que mejoren su calidad de vida, que les brinden seguridad y que garanticen que en este país no las matarán .
Eso pasa en el México de nuestros días: las olvidadas se cuentan por millones. No tienen un trabajo igual, no tienen un salario digno, no tienen guarderías para dejar a sus hijos y acudir al trabajo, son quienes en su mayoría cuidan a los adultos mayores que así lo necesitan, son quienes denuncian a violadores o abusadores y las autoridades las ignoran, son quienes pierden a sus hijos y los buscan solas, enfrentándose al crimen organizado y al Estado, y nadie las ayuda.
Las olvidadas son también revictimizadas. Son usadas como instrumento político contra otros políticos -de todos los partidos- y sus demandas son ignoradas y desechadas cuando los políticos que las escuchaban logran sus objetivos.
Las olvidadas son discriminadas en los centros de trabajo y en las escuelas de todos los niveles. Las buenas intenciones no se reflejan en las cifras: los abusos, los acosos, las violaciones y los asesinatos de las olvidadas aumentan sin reparo alguno de la autoridad.
Las olvidadas son madres de casa, estudiantes, periodistas, abogadas, personal de limpieza, doctoras, maestras o desempleadas. No importa su estatus económico, sus estudios ni su posición social. No importa si se piensan de izquierda o de derecha. No importa si son niñas o adultas mayores. Las olvidadas esperan que alguien las escuche y marchan exigiendo paz, justicia, y una sociedad donde ya no solo ellas, sino sus hijas, sus sobrinas, sus amigas, sus nietas, encuentren un espacio donde no sean acosadas, asesinadas, discriminadas o violadas.
El Estado mira hacia otra parte. De los partidos políticos no vale la pena ni hablar. El drama que viven las olvidadas les es indiferente. Minimizan el sufrimientos de las familias de quienes son golpeadas o discriminadas. Ese es el país que hemos construido: un lugar donde el machismo sigue siendo una constante. Un país donde al político violador se le encubre. Un país donde al jefe acosador se le cambia de adscripción. Un país de machos impunes.
Al gobierno o la oposición les preocupa las demandas feministas hasta el momento que los critican. Cuando los señalamientos se vuelven en su contra se convierten en Salinas: ni las ven ni las oyen. Resulta paradójico: el partido que hoy gobierna, y que tenía como su Némesis al presidente priísta más populista de las últimas décadas, terminó haciendo lo mismo que él: ignorando a sus críticas; invisiblizándolas para evadir para la cruda realidad.
A Salinas, el 94 le estalló en la cara y mostró al mundo que seguía intacto el México bronco, el México desigual, el México de zapatistas, de asesinatos, de partido único.
A los oficialistas de hoy les pasará lo mismo que a los oficialistas de antaño (aunque muchos ya lo saben porque son los mismos): la realidad les estallará un día de forma tan contundente, que solo les quedará esconder la cabeza. Porque este país no ha cambiado: sigue siendo el país de las olvidadas, el de las acosadas, el de las violadas y las asesinadas. Y no solo eso: cada día se convierte en un escenario más siniestro para todos, pero especialmente para ellas, las olvidadas que marchan y sus reclamos resuenan en los oídos de todos, aunque finjan no escucharlas.
(Texto publicado el 11 de marzo de 2025 en El Sol de Puebla)