Las personas se equivocan. Tarde o temprano. Con consecuencias mayores o menores. Sin embargo, la verdadera estatura de las personas no se mide por el tamaño de la caída, sino por la capacidad para asumir culpas y continuar su andar por el sendero.
Con ello, no quiero justificar las palabras inadecuadas utilizadas por Lorenzo Córdova, el Presidente del INE. Él mismo ha reconocido su error y ha ofrecido disculpas. Para algunos, éstas (u otras) resultan insuficientes porque no quieren explicaciones, sino venganza. No buscan fortalecer diálogos o mejorar el nivel democrático, sino destruir y marginar. No buscan denunciar la innegable discriminación de que son objetos los indígenas en nuestro país, sino que los toman de pretexto para atacar a un enemigo (Schmitt dixit). Para ellos, solo lo puro debe subsistir.
El Consejero Presidente del INE ha sido víctima de sus propias palabras, pero también de una doble embestida: la de quien busca descarrilarlo como árbitro electoral -no hay otra lectura del obús mediático contra Córdova– y la de quienes, a partir de un error y anclados en su puritanismo inquisitorial, buscan reducir hasta las cenizas a cualquier personaje non grato de acuerdo a sus estándares.
El problemas de estos últimos, los inquisidores, no es solo que están sentados en el papel de juez moral que define la bondad y la maldad de los demás miembros de la sociedad, sino que su ánimo puritano permea una sociedad que está más preocupada por lo coyuntural que por lo sustancial, más por la corrección del lenguaje que por la bondad de la acción y la crítica. Respecto a esto último, habrá que advertir: la crítica de los inquisidores no tiene fines de construcción, sino de destrucción; es el medio de aniquilación del otro, no un medio de acercamiento a objetivos comunes.
Para los inquisidores no hay punto medio: se es puro o impuro. Ellos son semidioses que deambulan entre las nubes de la discreción y la pureza. No entienden que la democracia no es pura ni absoluta. No entienden, como lo escribió Carlos Tello, a propósito de la muerte de Günter Grass, «que la vida es demasiado compleja para poder ser vista en blanco y negro.»
Lorenzo se equivocó en el uso del lenguaje y en la ofensa a un interlocutor. Y también se equivocó porque, entre otras razones, las personas se equivocan. Porque errar, parafraseando a Octavio Paz, es humano. Eso, los inquisidores, no se lo perdonarán.
Declaración de interés: Parte de mi investigación doctoral la desarrollé en una estancia de investigación en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, estancia que guió Lorenzo Córdova (enero-mayo, 2010), a quien considero mi amigo.