Leí que el desapego es la piedra angular del budismo y recordé el poema de Elizabeth Bishop. Un arte, podría traducirse, aunque la mayoría lo conoce como «el arte de perder». Bishop afirma que perder es un arte que no es difícil de aprender, lo que no significa que no sea doloroso. Bishop lo sabía: puede parecer un desastre, pero no lo es. Incluso perderte, afirma la poetiza, ese gesto que adoro, es un arte que no es difícil de aprender. La poetiza prefiere el desapego: esa única forma de seguir adelante; seguir perdiendo. Bishop no lo dice, pero se intuye: la vida es más pérdida que ganancia. Tal vez porque vivir es apostar y en la elección, la apuesta, el reto, se vive y también se puede perder. 

Alguien preguntó si mi mayor dolor valió la pena: «una vida», contesté. Tal vez he aprendido a perder.

One art
Elizabeth Bishop 

The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.


Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.


Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.


I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.


I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.


—Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.

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