Retraído, silencioso, buen amigo y persona noble. Además de eso, Carlo Pini era periodista.
Son numerosos los medios en los que colaboró, pero eso está lejos de ser el legado más reconocible de un hombre con dos pasiones innegables: la información y el fútbol.
Muchas cosas me separaban de Carlo: sus preferencias políticas, sus fobias contra la izquierda, y su amor por el Inter de Milán, rival acérrimo de mi Juve querida.
Muchas cosas me acercaban a Carlo: su integridad, su dignidad ante la adversidad, su afán por saber todo de ciertos asuntos, su nobleza irrepetible.
Muchas cosas me hacían inseparable de Carlo: su cariño por este país, su amor por su familia y por sus perros, su amistad a prueba de fuego, y su preocupación entrañable por quienes lo rodeamos.
No hay persona con quien interactuara con mayor frecuencia que con Carlo. Lo admiré antes de conocerlo. Le conté cuántas veces abrí el periódico para leerlo y, sobre todo, cuánto lo admiré el día que entrevistó a Roberto Saviano en un sótano neoyorquino.
Carlo era periodista, pero lejos estaba de ser el mezquino que muchos de sus colegas llevan dentro.
Fue un maestro de vida. Me enseñó a aceptar las derrotas, a saborear las victorias y a ser prudente ante los embates de quienes nos atacaban.
El maestro que yo conocí apreciaba su libertad: no estaba dispuesto a cambiarla por ningún billete ni por ningún convenio. Su tiempo, ahora lo entiendo, no lo desperdiciaba en comidas, reuniones o ruedas de prensa. Su tiempo era corto y era de él, de sus perros, de sus amigos, de su familia.
Extrañaré a quien me enseñó a apreciar la tierra de Virgilio. A quien para siempre me tatuó el amor por Mantova y quien precisaba las veces que Dante la citaba en su Comedia.
Extrañaré al amigo que amaba a su familia, a Manolito y a Ringo, que extrañaba a sus padres y a Bruno, su hermano.
Extrañaré tantas y tantas charlas y tantas y tantas noches de fútbol, de política, de vida.
Extrañaré a mi Amigo con quien lloré recordando a su madre, y quien lloró conmigo recordando a mis abuelos.
Extrañaré a mi amigo con quien vi, sufrí y saboreé el fútbol, y con quien hablé, discutí, reí y lloré.
Extrañaré al ser humano que me quiso como se quiere a un hermano.
Extrañaré al ser humano a quien quise como se quiere a un hermano.
Extrañaré a Carlo;
Mi querido Carlo.