1. La Corte pierde, Zaldívar pierde

No se trata de cualquier ministro, sino de uno que lideró la Corte hasta hace diez meses y, sobre todo, un ministro que participó de manera determinante en los temas que mayor controversia causaron dentro y fuera de la Corte. No son pocos sus odiadores y defensores pero, hasta hoy, sus sentencias hablaban mejor de lo que sus movimientos políticos lo defendían. Al no ser cualquier ministro, sino uno de alto perfil y en constante controversia, arropado por el gobierno actual, su imagen estaba deteriorada al término de su presidencia. Había propuesto una reforma al poder judicial que resultó tan insustancial que, a dos años de su aprobación, todos la recuerdan como la reforma que pudo ser y no como el bodrio que terminó aprobándose.

Correr a los brazos de la candidata del oficialismo es una mala señal porque reafirma la percepción de que su relación era de subordinación con el gobierno y deja en entredicho todas las decisiones donde su voto pudo cambiar la interpretación de la constitución. Fotografiarse como cómplice de la candidata del oficialismo es todavía peor: habla de un desconocimiento, incluso de plazos y requisitos marcados por la propia constitución: el ministro (el aún ministro) es mostrado como trofeo. Zaldívar sonríe, pero no sabe que acaba de empequeñecer su controversial figura.

Correr a los brazos de la candidata del oficialismo es una mala noticia para la Corte porque politiza aún más a una institución que debe hacer malabares para interpretar la constitución sin parecer activista. El arrebato de Zaldívar la politiza aún más y las cortes politizadas terminan por explotar porque las fuerzas políticas terminan sustituyéndolas o cambiándolas, no siempre con resultados satisfactorios.

Paradójicamente, a la Corte le vendrá bien la salida de Zaldívar porque se avecina un bloque de 8 ministras y ministros que ahora mismo tienen una encomienda única: lograr fortaleza para que la embestida contra el Poder Judicial no tenga éxito. Damos por descontado que las ministras Esquivel, Ortiz y el o la nueva integrante de la Corte estarán al servicio del gobierno obradorista. El bloque de ministros antiembestida durará al menos un año, porque en diciembre de 2024 Luis María Aguilar se retirará de la Corte, lo que tendrá como consecuencia que para 2025 haya una nueva conformación, con toda seguridad, lejana a la sombra del titular del Ejecutivo que ahora asfixia a la Corte y sus ministros.

La Corte es desdeñada por Zaldívar, quien la abandona como si se tratara de un puesto menor, cuando es todo lo contrario: la Corte dirime las controversias político jurídicas más importantes desde 1995 e interpreta la constitución. La Corte sale vapuleada de este proceso, maltratada, pero aún hay un bloque que puede sostenerla.

2. El legado de Zaldívar

Se ha retirado de la peor forma, pero puede decirse que el paso de Zaldívar por la Corte ha sido de claroscuros.

Aplaudo al Zaldívar del efecto corruptor, al Zaldívar de las convocatorias exclusivas para mujeres, al Zaldívar que señala a responsables de la tragedia en la guardería ABC. Pero repruebo al ministro Zaldívar de la reforma judicial de 2021, al del transitorio que pretendía alargar su presidencia, al Zaldívar de la trasferencia de la Guardia Nacional a la Sedena. y el peor Zaldívar es el de su renuncia, sin duda alguna.

El jurista capaz dejó sentado pronto que no pasaría desapercibido por la Corte y una buena parte de las mejores las resoluciones del Tribunal Constitucional se las debemos a Zaldívar. Pero el ministro político ha dejado mucho que desear. Durante su presidencia fue constante su coqueteo con el Ejecutivo, las críticas hacia su labor arreciaron y su salida de la Corte les concede mayor razón a sus rivales y críticos. Quien tuvo en sus manos la oportunidad de reformar el Poder Judicial con una gran reforma constitucional, terminó proponiendo una reforma menor (la de 2021) pero que le permitiera continuar como presidente de la Corte, hasta que la opinión pública le hizo ver su realidad.

3. ¿Por qué incorporar a Zaldívar?

La incorporación de Zaldívar en el grupo de Sheinbaum, y como elemento que apoyará al grupo en el gobierno, solo encuentra lógica en la división (vía embestida en contra) del Poder Judicial. Ello se dará en dos pistas: la renuncia de Zaldívar hace necesario el nombramiento de un nuevo ministro que estará a las órdenes del gobierno. La división que encabezaba Zaldívar funcionaría solo un año más, pero el nuevo ministro tendrá quince años por delante.

Además, la aspiración de Zaldívar puede estar enfocada en volver a encabezar una nueva Corte (en una nueva conformación si el Plan C del presidente funciona y obtiene el número de diputados y senadores suficientes para llevar a cabo una reforma constitucional que trastoque al poder judicial) o en fungir como el representante del Ejecutivo ante un nuevo Consejo de la Judicatura (que se reforme si el Plan C no funciona).

La realidad es que no es un movimiento que políticamente catapulte a la candidata del oficialismo, sino una incorporación que le habla al círculo rojo: el exministro será la punta de lanza de un ataque al Poder Judicial y a los ministros de la Corte. El expresidente del máximo tribunal del país terminó siendo un trofeo; una punta de lanza que será utilizada cuando así convenga al oficialismo; ni más ni menos.

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